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Lejana, indómita, fría, salvaje, ventosa, inhóspita, remota, caótica...

Bella, majestuosa, mística, magnífica, misteriosa, soberbia, única, pintoresca, mágica...

Hay tantas palabras para definir este lugar... pero creo que lo mejor sería resumirlo en que es el sitio donde la naturaleza, la aventura y las leyendas se unen en este extremo del mundo...

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jueves, 26 de julio de 2007

Villa Pehuenia (2007)

Estas últimas vacaciones de verano nos dimos el gusto con mi marido de regresar a nuestro lugar en el mundo: la Patagonia... Estando en la casa de mi mamá leímos una nota que había salido en la revista de uno de los diarios dominicales que hablaba sobre un Parque de Nieve administrado por una comunidad mapuche. Cuando volvimos a nuestra casa, entramos a investigar en Internet; apenas empezamos a leer y ver fotos del lugar, ya sabíamos cuál era nuestro destino: “VILLA PEHUENIA”.

“¿Y eso dónde queda...?”, fue la típica pregunta de amigos y familiares cuando se hablaba de las vacaciones. “¿Cómo llegamos..?”, era la que nos hacíamos nosotros pensando en cómo ir, ya que no tenemos auto y el traslado se nos complicaba un poco. Al final pudimos resolverlo. Arribamos a Zapala en micro, teniendo la precaución de llegar en fin de semana que son los días que una de las agencias de turismo receptivo del lugar hace el viaje Villa Pehuenia – Zapala – Villa Pehuenia.















Así recorrimos el trayecto de 110 kilómetros por la ruta provincial Nº 13, que es asfaltada hasta Primeros Pinos, y a partir de allí, de ripio hasta el puente sobre el río Litrán, casi llegando a Pehuenia. En el recorrido disfrutamos de unos paisajes increíbles: pudimos divisar el volcán Lanín distante a unos cuantos kilómetros, serpenteamos el río Kilka, vimos puestos de veranada de los crianceros, y por supuesto los bosques de pehuenes ó araucarias araucanas, que son las que dan nombre a la zona.













Villa Pehuenia es un pequeño paraíso a 1200 msnm, ubicada en el centro oeste de la provincia de Neuquen, a orillas del lago Aluminé y 15 km de la frontera con Chile, por el Paso Icalma, pegada a la Cordillera de los Andes. Surgió como lugar para casas de fin de semana para gente de la zona, y recién en 1989 el estado provincial la fundó como localidad.













Apenas llegamos a la cabaña, dejamos el equipaje y quisimos salir a recorrer un poco el lugar e ir hasta el centro comercial para abastecernos... Tomamos un camino lleno de subidas, bajadas y curvas que a cada paso nos mostraba distintas vistas del lago: el Golfo Azul, la pequeña península que sirve de puerto natural, las lagunas y los cerros cercanos.















El “centro comercial” fue toda una sorpresa: se trata de una calle paralela a la ruta, con algunos autoservicios, agencias de turismo receptivo, algún locutorio, venta de artesanías, locales de comida y el único surtidor del lugar... (Quienes van en automóvil deben estar atentos al tema del combustible, porque no siempre hay).












Regresamos y nos sentamos en el deck de la cabaña con los últimos rayos de sol ocultándose detrás de las montañas, mate en mano, hasta que llegó la noche y el aire fresco nos indicó que era hora de ir a descansar.

Nos levantamos al día siguiente y nos fuimos a caminar por las playas de arena volcánica; como el sol y el calor se hacían sentir pensamos que era una buena idea disfrutar del Aluminé, pero apenas el agua tocó nuestro pies el frío nos recordó que estábamos en un lago patagónico.

 








Por la tarde hicimos nuestra primera excursión al paraje La Angostura (No confundir con Villa Angostura). Es un pequeño estrecho de 500 metros de largo y 25 de ancho, a través del cual el lago Moquehue desagua en el lago Aluminé. Allí pudimos recorrer bosques de pehuenes, ñires, coihues y hermosas lagunas, todo en tierras mapuches. Ya al atardecer, Leo, nuestro guía nos preparó una linda merienda en la playita a orillas del arroyo Coihueco en su desembocadura en el lago. De allí a descansar, ya que al día siguiente nos esperaba uno de los platos fuertes del lugar: el “Circuito Pehuenia”.














Este circuito es un recorrido de unos 130 kilómetros por diferentes paisajes. Salimos de la Villa bordeando el lago y el río Aluminé, con sus rápidos, aptos para hacer rafting, y su puente colgante, usado por los crianceros para cruzar el ganado.


Seguimos el curso del río Pulmarí, pasando por la estancia del mismo nombre hasta llegar a Piedra Pintada. Luego de una pequeña trepada, pudimos llegar a las pinturas rupestres que hay en las piedras (de allí el nombre) y tener una excelente vista del lago Pulmarí y todo su entorno.


Atravesamos un sector del Parque Nacional Lanín y para dirigirnos al lago Ñorquinco, de aguas muy azules, con mucha vegetación y bastante viento. Allí el guía (nuevamente Leo), nos sirvió una picada campestre con productos del lugar, donde probamos el típico piñón, y de postre nos preparó unos riquísimos panqueques. Después de este almuerzo, disfrutamos del sol en la playa del lago para luego seguir camino hasta el mirador del lago Ñorquinco, donde bajamos hasta unas cuevas naturales a orillas del mismo.






También pasamos por el lago Nompehuén, y más adelante llegamos a la zona de los farallones, que son inmensos paredones basálticos bordeados de pehuenes, donde pudimos apreciar unas cascadas y el cerro Impodi, con su color blanco y sus desmoronamientos (debido a la piedra caliza).

Estuvimos también en Moquehue, a orillas del lago homónimo, pequeño poblado con cabañas y hosterías, en una zona muy verde, desde donde pudimos ver el cerro Bella Durmiente, denominado así por la forma de su cumbre, la que se encontraba nevada, a pesar de estar en pleno enero. Cerrando este hermoso circuito paramos en una playa sobre el lago Moquehue a merendar y luego sí, el regreso a Villa Pehuenia para descansar y soñar con los hermosos paisajes cordilleranos que habíamos visto.

















Otro día de sol radiante nos despertó para realizar nuestra tercera excursión, esta vez al volcán Batea Mahuida, dentro de tierras de la comunidad mapuche Puel, que tiene a su cargo el funcionamiento del Parque de Nieve del cerro. Comenzamos a ascender por la ruta, con magníficas vistas del lago Aluminé, y la zona de La Angostura, atravesamos varios bosques puros de araucarias y llegamos a la base del cerro, donde funcionan la confitería y demás dependencias del centro invernal.

Luego tomamos el camino que nos llevaría al cráter del volcán extinto, a unos 1900 metros de altura, ocupado por una hermosa laguna de aguas transparentes rodeada por una pequeña playa de arena, a la que se puede acceder en auto.










Desde allí, a pie subimos por una de las laderas del cráter para poder ver los volcanes Lanín, Villarrica, Llaima, Lonquimay y Tolhuaca, todos con sus picos nevados, además de los lagos Aluminé y Moquehue.







Después de observar durante un rato este espectáculo de volcanes, descendimos y nos pusimos en camino al llamado mirador de las Antenas, desde donde tuvimos una magnífica vista de Villa Pehuenia en su totalidad, los lagos y la cordillera.




Regresamos del Batea Mahuida a la hora del almuerzo, y más tarde emprendimos una caminata hacia otro de los miradores de la villa. Luego de una subida que casi nos dejó sin aliento llegamos al mirador Pehuenia que nos ofreció una excelente vista panorámica del lago Aluminé, una de las costas de la península de los Coihues, los cerros Teta de Vaca, Chañi y Mocho.

Seguimos caminando por una calle bastante sinuosa, subiendo y bajando, hasta llegar luego de pasar una tranquera a una bahía con una playa muy tranquila. Descansamos un ratito en ese lugar tan sereno y emprendimos el regreso a la cabaña.











Nuestro cuarto día amaneció a pleno sol, como no podía ser de otra manera, perfecto para la larga caminata que íbamos a emprender para recorrer toda la Península de los Coihues. Anduvimos por la calle costanera que bordea el lago, pasamos por las lagunas El Manzano y Pollo Laufquen, para llegar al punto donde salen los caminos correspondientes a los miradores “El Ciprés” y “Del Abanico”; después de disfrutar de las vistas de ambos, seguimos nuestro rumbo.
En el recorrido pasamos por varias cabañas y hosterías hasta encontrarnos en un lugar donde la península se hace tan estrecha que a ambos lados de la calle teníamos dos hermosas playas.



Seguimos luego por la zona de las casas de fin de semana, y llegamos a la punta de la península, donde hay un pequeño bosque puro de coihues. Bajamos hasta una de las playitas solitarias, perfectas para disfrutar del panorama mientras comíamos nuestras viandas y recuperábamos energías.








Regresamos por la otra costa de la península, siempre bordeando el lago y admirando a nuestro paso cada rincón, playa, isla y vistas que nos ofrecía ese magnífico lago Aluminé.

Al anochecer de ese día, el destino nos deparaba una nueva sorpresa. Sentados en la cabaña y descansando de la caminata que habíamos hecho, pudimos observar durante largo rato, el paso del cometa con su brillante cola hasta esconderse detrás de los cerros.


















Nuestro último día de estadía coincidió con el 18ª aniversario de Villa Pehuenia. Nos dirigimos entonces al Centro Cívico – donde están la Municipalidad, la recién inaugurada Biblioteca, la Comisaría, el único cajero automático del lugar, y la plaza, que como no podía ser de otra manera se llama “Entre Pehuenes”.


Estaba allí reunida la mayor parte de la población, los chicos de las escuelas, turistas, escuchando los discursos de los distintos personajes... Supuestamente, ese día se hace la llamada “Fiesta del Lago”, pero no supimos porqué motivo, este año se suspendió. Así que después de un rato nos dirigimos al “Centro Comercial” para hacer las compras de regalitos y recuerdos para familiares y amigos.



Por la tarde emprendimos nuestra última caminata, esta vez hasta el paraje La Angostura, donde ya habíamos estado, pero donde tuvimos ganas de volver. Fuimos bordeando la ruta, pasando por una de las escuelas, el Centro de Salud y el Vivero Provincial.
Allí tomamos por la calle que llega hasta el puente que cruza las aguas de la angostura. Nos quedamos en la playa del lago Moquehue, admirando la vista de la cordillera, el verde de la vegetación, el azul de las aguas del lago...







A la noche teníamos previsto ir a uno de los restaurantes de la zona a comer unas ricas truchas... Consejo: de noche es indispensable reservar, ya que los lugares cuentan con pocas mesas y están casi todos llenos. Por suerte se cayó una reserva y pudimos disfrutar de una linda cena, en un cálido restaurante a orillas del lago.

Lamentablemente llegó el momento de la partida, nos esperaba Leo, quien nos había guiado en las excursiones, explicándonos cada rincón del lugar, para llevarnos de regreso a Zapala. Y por supuesto otro día a pleno sol fue nuestra despedida de Villa Pehuenia. Esperamos regresar para las próximas vacaciones a ese lugar tan tranquilo, a sus lagos, sus montañas, sus calles de arena, su cielo increíblemente limpio, y su gente, donde es tan fácil olvidarse del ritmo, los ruidos y el asfalto de la ciudad...